Hola, amigos de la naturaleza. Bienvenidos a una nueva entrega de “Fauna Urbana”. Este mes me propongo investigar en profundidad acerca de un peligroso animal: el “gorila” de discoteca. Será un safari arriesgado, pero todo sea por el bien de la ciencia.
Empezaré describiendo su hábitat, lo cual también tendrá interés educativo, ya que es muy posible que no sepas lo que es una discoteca porque este espécimen te haya impedido conocerlo. Una discoteca es un antro, generalmente oscuro, en el cual suelen poner música infumable y vomitiva a toda caña, acompañada de juegos de luces mareantes. Si pides una copa, lo más normal es que te la pongan de garrafón y a un precio que hará que tu cartera necesite que le practiquen la respiración artificial. A estos sitios la gente suele ir a ligar, pero eso entra en el terreno de la ciencia-ficción.
Los gorilas, auténticos depredadores nocturnos, suelen ser de 2 tipos: 1. El “armario ropero”: un ser descomunal que mide 2x2 (2 m. de alto por 2 de ancho). Tiene mandíbula cuadrada y gesto de mala leche. 2. Modelo “Las apariencias engañan”: parece un tío normal, tirando a bajito, delgado. Si nos fijamos bien veremos que está fuerte y que no tiene ni un átomo de grasa. Al contrario que el “2x2”, que suele ser más bien simple, éste es inteligente. También tiene mucha mala leche y es capaz de tumbarte de un solo golpe, así que cuidado. Eso sí, lo realmente peligroso es encontrarte un “2x2” inteligente; entonces ¡huye!
Cualquiera de nosotros (me refiero a la gente normal como tú y como yo) nos liamos a hostias y a lo más que llegamos es a cansarnos muchísimo, pero hacemos poco daño. Cuando uno de éstos sacude, le basta con un solo puñetazo, porque sabe dónde y cómo darlo. Saben artes marciales de esas como el full-contact y el fist-fucking.
Normalmente sueles sufrir a este bicho de dos formas: o no te deja entrar o cuando estás dentro te echa. Caso A: llegas a la disco y te dices: “Preparaos nenas; esta noche arraso”. Cuando te diriges con paso decidido hacia adentro, notas una mano descomunal y poderosa que te sujeta. Te vuelves y ves que su propietario es proporcional a ella. Te dice “¿dónde te crees que vas?”. Tú, con cara de concursante de “El Tiempo es Oro” al que acaban de hacer una pregunta cuya respuesta conoce, dices: “adentro, a bailar”. Él dice: “de eso nada, seguro que eres menor de edad”. Sacas el DNI y se lo enseñas, pero él no se lo cree: dice que el carnet es de tu hermano mayor. “Pues éste no sabe con quién ha topado”, piensas mientras sacas la partida de nacimiento, el libro de familia, el carnet de la biblioteca y el del video-club. El tipo, momentáneamente abrumado, reacciona rápido y señala a tus pies, diciendo: “Ahá, así que pretendías entrar con zapatos de deporte; ¡a la calle!” Rápidamente sacas de tu mochila un par de relucientes zapatos y te los pones. “No puedes entrar sin corbata”. Sacas una corbata de seda y te la pones. Él, mosqueado, te dice: ¡pues no vas a entrar porque no me sale a mí de los cojones!”. Tú, ante el tosco pero contundente argumento de la genitalidad, no sabes qué decir, así que le llenas de improperios; pero esto lo haces desde el aire, porque te ha pegado una patada digna de fichar por el Real Madrid. Cuando aterrizas, no sabes si insultarle o darle el trofeo “Bota de Oro”, así que dices bien alto, para que te oiga: “¡Bah, después de todo, ¿quién quiere entrar en esa mierda de discoteca?!”.
Caso B: Estás en la discoteca haciendo oposiciones a tonel. Llevas 7 güisquis (bueno, lo de güisqui es un decir) y 5 “vete-a-saber-qué-coño-es-este-potingue-azul” y te fijas en 2 nenas tremendas, que deben ser gemelas porque son exactamente iguales y se mueven a la vez. Te acercas tambaleándote, tropezando con toda la gente de la disco y derramando copas por doquier y te pones a bailar y a meter jaleo, para que se enteren de quién es el rey de la pista. En esto que notas una presión en tu camisa y te ves elevado sobre el suelo. Miras hacia atrás y ves a dos gorilas iguales que te llevan en vilo. Gritas: “¡hijoputas, cabrones..!” y pataleas, pero es inútil: te ves proyectado de una Butraguéñica patada al exterior. Cuando te levantas, dices lo suficientemente alto como para que te oigan: “¡Bah, después de todo, ¿quién quiere quedarse en esa mierda de discoteca?!”.
Terminada la expedición, anotamos en nuestro cuaderno de trabajo: “el sadismo, la frustración y… qué coño, el paro, llevan a los seres vivos a buscar su sustento como sea, que un curro es un curro. Además, la culpa la tienen los discotequeros, que no saben beber, se ponen plastas y tocan las narices al personal hasta que les echan. Y si no les gusta, que no vayan a las discotecas.”
KING KUTRE
Texto: Roberto Blanco Tomás.
Publicado en el nº 2 de Mala Impresión. Mayo de 1998
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