Consejos prácticos para beber litronas en la calle
El acto.
La cerveza es un producto antiquísimo. Creo que los fenicios ya la bebían. En la Edad Media, dada la abundancia de epidemias y el peligro de contagio a través de la leche, los niños se desayunaban con cerveza. Ni que decir tiene que es un producto mucho más natural que los refrescos y más natural también que los zumos pretendidamente “naturales” de tetra-brik.
La de beber litronas es una costumbre que últimamente se está perdiendo, así que vamos a tratar sobre ella y a analizarla en profundidad, ya que es un bien cultural que no debemos perder.
Empezaré diciendo que no vale cualquier amigo para ir de litronas; hay que seleccionar muy bien: le tiene que gustar la cerveza y tiene que tener un cierto toque “salvaje” para que no le importe mancharse los vaqueros de mierda del suelo; remilgados, abstenerse.
Una vez que se han elegido los amigos apropiados para la ingestión cervezal, se va en peregrinación al colmado más próximo y se compran unas cuantas litras. Más vale que sobre que no que falte. En cuanto a la marca, desconfía del litronero que sólo quiera calidad; para beber litronas sirve cualquier marca; cuanto más barata, más botellas podréis comprar.
Tenemos las botellas; ahora hay que seleccionar el sitio, pues no sirve cualquiera: prescinde de los lugares con vecinos asomados, ya que suelen dar bastante el coñazo. Elige un sitio solitario, cómodo (con escalera o algo así), no demasiado sucio y (muy importante) que tenga algún lugar propicio para mear (parte del ritual consiste en mearla).
Os sentáis y abrís las botellas. Si no tienes abridor, puedes abrirla con una llave, o mejor apoyando el borde de la chapa en un bordillo o barandilla y dando un golpe seco (es más auténtico). Se bebe a morro (si algún amigo sugiere comprar vasos de plástico, le echáis a patadas) y no se tira ni una gota. No metas el labio si no quieres correr el riesgo de que suba la espuma, te la eches encima, y hagas el ridículo. Los morros (u hocicos) se limpian con la manga de la camisa; nada de sacar “kleenex”, que eso es de pijos.
Una parte importante del ritual es la conversación. Si tenéis los mismos gustos musicales podéis discutir sobre si es mejor el Cavan o los Stray Cats, Manowar o Metallica, los Sex Pistols o los Ramones, si sois Rockers, Heavies o Punkies, respectivamente. Si vais de profundos podéis hablar de cómo arreglar el mundo, de la influencia de Tuñón de Lara en el estudio de la historia o de la aportación de Eisenstein al lenguaje cinematográfico. El tema es lo de menos, el caso es hablar. También podéis acompañar el birreo con unas patatas fritas, lo cual resulta aún más auténtico porque las manchas de la camisa serán más consistentes.
Eso sí, cuando terminéis, no seáis niñatos y no rompáis las botellas; así, el que venga después no se hará daño al sentarse. Y, una vez terminadas, otra vez a la tienda y vuelta a empezar.
Posibles complementos de las litronas.
El título de este epígrafe no debe llevaros a engaño: el acto de irse de litronas es lo suficientemente poderoso como para no necesitar de ningún complemento para su práctica. Irse de litronas es ya de por sí toda una ceremonia; es un acto totalmente autónomo. No obstante, también se pueden llevar otras bebidas o alimentos (aunque la cerveza ya alimenta lo suyo) que sacien nuestro siempre enorme apetito.
Comenzaré hablando de otras bebidas que nos podemos llevar: de un tiempo a esta parte se ha consolidado el “calimocho” como compañero de fatigas de la litrona. Nada que objetar: está muy rico; claro que no es tan sano como la cerveza (la coca-cola jode bastante el estómago) y además hay que tener cuidado con la resaca donsimonera, que es bastante chunga.
Más bebercio: atentos a esto que voy a decir: únicamente están permitidas las bebidas caras (whisky, ginebra, vodka…) en ocasiones especiales, y como una excepción; tomarlo como hábito sería de un pijerío impresentable; esas bebidas no son urbanas y deben ser disfrutadas en otros sitios, como en bares o en casa (además, los que acostumbran a hacer “botellones” de esos suelen comprar mierda: whisky DYC de urinario y vodka contaminada de Chernobyl). Solamente respetaré el Anís del Mono, porque mola y es cachondo.
Vayamos ahora a por el asunto del papeo: ya os hablé antes de las patatas fritas; me refería a las “chips”, pero también podéis utilizar patatas fritas de algún establecimiento de comida rápida, que son más aceitosas y pringan más. Podéis llevar también cualquier porquería embolsada, estilo “Doritos” (los famosos “nachos”), “Fritos”, gusanitos y demás. El bocata de calamares será todo lo castizo que queráis, pero no pega tanto aquí. Si compráis frutos secos tenéis que acordaros de comprar más birra porque dan una sed del copón. No, colega, ya sé que en el supermercado de tu barrio están de oferta los yogures de macedonia, pero no es plan de llevárselos de litroneo; eso no es serio, de verdad, ni aunque tu mamá diga que tienes que comer algo porque tanto alcohol a palo seco no es sano; dile a tu madre que de eso se trata. Si sois muy glotones y estáis muy desesperados siempre podéis mangarle la comida al perro (ya sabéis, el “Dog Chow” ese o similares); que no os dé asco: no está tan malo; pues no saben nada los chuchos… Bon apetit!
En esta sección de complementos para el litroneo podemos incluir un radiocassette guapo de esos a pilas y unas cintas molonas de la música que más os enrolle (yo recomiendo Rockabilly del bueno, pero podéis hacer lo que queráis). Si os lo montáis en la playa, recordad que la arena es muy chunga para el cacharro. Buscad un sitio con hamacas de esas que se alquilan y colocadlo encima de una (evidentemente, hacedlo por la noche, cuando no está el dueño; no se trata de alquilar una hamaca para el “loro”; vamos de barato ¿no?). Si en tu ciudad no hay playa, pues no vayas a la playa, tío, qué quieres que te diga.
Si alguno de los que vais tiene carro, cojonudo: tenéis radio (no todos), sitio donde meteros por si hace rasca y, además, podéis ir a toda hostia a por más cuando se os acabe el líquido elemento. Eso sí, recuerda al Stevie Wonder y si bebes, no conduzcas (no es plan de que me busque yo un marrón por apología del accidente de tráfico).
Mearla.
Ya nos hemos llenado de cerveza de los pies a la cabeza (y, sin haberlo deseado, me ha salido un pareado); vamos, que un poco más y nos sale birra por aspersión por el culo. Ahora habrá que vaciar el depósito, ¿no? Tío, tío, tío… Y eso… ¿Cómo se hace? Pues meando, ¿cómo se va a hacer? En las siguientes líneas voy a explicar cómo se mea en la calle con estilo y sin que te pillen los munipas y te multen.
Volvemos a lo de siempre: lo primero es elegir bien el sitio. Es recomendable (como ya he dicho) haber elegido previamente un sitio para beber litronas con lugares estratégicos donde mear, solitarios, resguardados y a salvo de miradas indiscretas. Yo soy partidario de mear en los bancos (no en los de sentarse, que no soy tan malvado; me refería a las sucursales bancarias). No os podéis imaginar la satisfacción que da mear un banco.
Lo mejor es mear en callejones oscuros y apartados, con el menor número de luces posible, pocas ventanas, etc. También van bien los descampados solitarios (cuidado con los violadores o con los ninjas esos que están quemaos del tarro y se dedican a repartir espadazos por doquier). También es discreto hacerlo detrás de un contenedor de basura o algo por el estilo. Si puedes, mea algún cartel publicitario, a ser posible, de políticos (si es época de elecciones). También puedes mear el coche de algún niño pijo al que tengas manía.
Obviamente, si estás de litronas en la playa, hazlo en el mar; y no te preocupes si eres ecologista: eso (la orina) es natural, no contamina (“la orina no contamina”, qué frase tan bonita). Además, por mucho que lo intentes no mearás un litro ni de coña y, aunque por arte de magia meases un litro (cosa muy, pero que muy improbable), ¿qué sería un litro de orina entre los cientos de miles de millones (y más) de litros de agua que hay en el mar? Se diluirá enseguida. De hecho, lo de mear en el mar es una costumbre muy extendida; el meao es ya parte integrante del ecosistema marino.
Una vez que has elegido el sitio (no seas capullo: no vayas a mear en un portal, que eso no hace gracia) mea rápido, que como te pillen los munipas, te multan. Si sois más de uno podéis poner de vigilancia a los que no tengan ganas de mear.
Otras tácticas de vigilancia: si sois dos, mead espalda con espalda, de manera que cada uno cubráis 180 grados. Si sois cuatro, mead uno para cada punto cardinal, cubriendo cada uno 90 grados. Si sois tres, usad la posición “bandera de Checoslovaquia”, en la que cada color es el campo visual de los meantes. Si sois más de cuatro, haced un círculo y mead hacia fuera. Todas estas tácticas son una gilipollez, pero quedan muy bonitas; tienen mucha belleza plástica. Vamos, que si las ponéis en práctica, quedáis mejor que el ballet del Bolshoi.
Al mear hay que tener cuidado con ciertas cosas: queda muy cerdo salpicarse los pantalones y además se reirán de ti, así que pon esmero en el acto de vaciar la vejiga de la orina. Tampoco está bien salpicarse las botas, pero si lo haces, puedes disimular y dejar que se sequen o limpiártelas sin que se note con la parte de la pantorrilla del pantalón. También hay que tener cuidado al cerrar la bragueta con no pillarse un huevo, pues resulta bastante molesto. Ah, y, sobre todo, recuerda la Ley del Talión: por mucho que te la sacudas, la última gota va al pantalón.
Más consejos a la hora de mear: si tardas en terminar (porque sea mucho lo bebido y, por lo tanto, haya mucho que mear) y te aburres, puedes acudir al clásico recurso de echar competiciones con el de al lado, a ver quién mea más alto o más lejos (esto es parecido a lo de las Olimpiadas, pero en meadas -mira, otro pareado-). Si meas solo, puedes marcarte objetivos y batir tus propios récords de altura, de longitud, etc. Si eres una chica, puedes hacer esto utilizando la técnica de Alaska en la peli de Almodóvar “Pepi, Lucy, Bom, y otras chicas del montón”. ¿Que no sabes qué técnica es? Pues ve la película y lo sabrás.
Con respecto a las chicas, casi todas estas normas son también aplicables a ellas, pero siempre con más disimulo y en sitios más apartados, menos a la vista de curiosos. Recuerda, chavalita, que no ligarás mucho si te ven despatarrada vaciando el depósito, pero bueno, tú haz lo que quieras…
De nada.
KING KUTRE
P.D.: Seguramente este artículo, aunque exhaustivo, no será todo lo completo que podría. Hay muchos casos que no he tocado, así que espero vuestras sugerencias y comentarios al respecto.
Texto: Roberto Blanco Tomás.
Publicado en el nº 1 de Mala Impresión. Abril de 1998
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